lunes, noviembre 20, 2006

Leído en *La carne es débil* (IV)

4. Julián López [esferas de plutonio]

Muchacha Klimt

Sí ya sé, dígalo, no soy bonita.
Habría que ver cómo queda usted con esta peluca. ¿Nocierto?
Porque es muy fácil burlarse de alguien como yo, de alguien en esta situación.
Sí; yo soy la niña mala, a mí me van a colgar.
Yo sé que voy a morir, colgada, meada, cagada.
Van a venir a buscarme igual que a Cipe Lincovsky ¿no?, el último orejón del tarro.
Ya lo sé.

Ahora usted me ve así, degradada, pero antes de la bomba yo era un sueño. La esperanza blanca para un nuevo mundo Menonita, la meretriz espiritual de los artistas.
No adhería ni a Boedo ni a Florida que va; yo habitaba un espacio más berlinesco, más frío que otra cosa.
Yo, así, con mi corsé de armiños sangrados, mis pendientes de falsaesmeralda y esta boca que tengo era la fantasía de todos lo que aún no se habían contraído.
Pregúnteme quién no deseaba acariciar mis muslos tiernos y suavemente húmedos.
¡Pregúnteme!

En mis tiempos yo era una más que una zarina, yo hacía el malabar exquisito con las esferas de plutonio. Ese material de irradiada incandescencia pasaba en mí, de una mano a la otra, sin que nadie pudiera advertirlo, sin que llegaran a entrever el momento exacto en que se producía el encantamiento.
Ahora era así, como usted me ve, fenómeno esperpento, y de pronto, con perversión encandilante, era de la manera más opuesta.
Los hombres me miraban arrobados; me decían que encarnaba la fabulosa imaginería Méliès y que era una superdotada.
Por eso me buscaban.
Yo siempre comprendí que la imagen de una mujer como yo, una mujer de mis características, con las genuinas bragas femeninas y manejando rigurosa las esferas de plutonio, era una inconfesable invitación al amor sublime, sagrado e ideal del simbolismo.
El mismo Gustav Klimt, el macho más hermoso, más loco y más sangriento que dio el Zodíaco, degustó criminal las lonjas que hieren mi entrepierna.
Ah... pero esos eran los tiempos modernos, los tiempos de glorioso sexo, los días franceses sin terror y con lengua, días redondos sin pasado y sin futuro.
Todo era como un delicado y precioso dije, un ánfora maldita... Un virus dormitante.
No lo sabíamos entonces, pero eso, esa siesta de los oscuro en el torrente de la sangre, pronto sería el comienzo de una nueva glaciación, una nueva prehistoria.

Ahora van a colgarme, lo sé.
Me encamino sumisa al cadalso... lo mismo que el Pato Carret, lo mismo que Nelly Panizza. Ya lo sé, no soy bonita, qué voy a hacer... no tengo onda.

Fue mi madre. Mi madre me enseñó el número de las esferas. Es una técnica que se pasa de generación en generación y es de tradición materna; lo enseñan las mujeres y las mujeres lo practicamos. Yo nunca tuve hija.
Ahora es una disciplina muerta; está muerta. Como mi madre.
A veces voy a visitar su tumba, a llevarle algún arreglo floral de astromelias de hidroponia, a merodear un poco.
Hago pis en las esculturas del cementerio, de a chorritos... me voy mojada y sin limpiarme. Toda humeante.
Es tan aparatosa su cripta, tantas capas de plomo recubren un cuerpecito de madre tan pequeño. Mi madre no era como yo. Yo soy alta y gorda.
Mi madre era como son las madres: bielorrusa, pequeña, muda.
Ahora desde su tumba es una carga plutónica eterna. Su cadáver irradia muerte por los siglos de los siglos y fue necesario cubrirlo con capas de plomo, un metal blando y maleable que protege a la nueva humanidad del poder destructor de la inconsciencia.
Ah! jóvenes indolentes.

También yo voy a ser enterrada en camisas como perdigones. También yo soy contagiosa para siempre. También tendré la sola compañía de estas cucarachas.
Luego de haberles entregado mis manos y mi vida, mi fascinante número vivo con las esferas de Plutonio. Después de ser la esperanza de innumerables irradiados, de los niños que se quedan pelados, de los demasiado feos, los deformes, los solos, los harapientos, los que perdieron las razones y los entendimientos.
También yo seré enterrada por la mano de quien una vez espió mis balcones y me amó con máxima entrega, máximo dolor, máximo silencio. También yo.
Pero también, como Alfonsina, la más hermosa sirena plutoniana, vendré desde la muerte, desnuda de todo plomo, para recordarles que sí, que ya lo sé, que es cierto: Yo nunca fui bonita.

Ustedes tampoco.

La carne es débil





5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Grossso Lopez!!! que presencia en el escenario y que texto señor!

Un aguante a la Carne Argenta!
Un abrazo a todos

tecnocracia monitor triunfo!

4:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

che¡¡¡qué olor a choripán social!!!
(amigo Pandolfelli, que me hizo leer al gran Fabián Casas, sus palabras son un gran halago)
Un abrazo, López.

7:58 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Desde que se dieron las manos el Gral. & el Mono que dos potencias no se saludaban.
Ídolos de multitudes el exhibicionista Pandolfelli y la estrella fugaz López!

10:15 a. m.  
Blogger Martin Villagarcia said...

ya sé que yo tampoco
habrá otra oportunidad
de presenciar el poema
en 3D?

10:53 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

usté es el mejor de todos don Tigre.
Y, querido Hansel, nos gustaría repetir en un futuro pero ahora estamos estamos trabajando para el last mantis del año, el 5 de diciembre. que vastar buenísimo.

10:30 a. m.  

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